“Me molesta su forma de viajar”: en vacaciones, amistades sacudidas por el compromiso ecológico

Victor (no quiso revelar su apellido), de 27 años, acaba de regresar de una ruta ciclista por Bretaña. Trescientos kilómetros recorridos en una semana a lo largo de costas rocosas y senderos hundidos. "Es uno de mis planes de vacaciones ideales: salir con una tienda de campaña y dejarme guiar por un pequeño viaje", sonríe el ingeniero de telecomunicaciones espaciales residente en Toulouse. Pero el panorama no siempre es tan idílico. Unos meses antes, cuatro antiguos compañeros de colegio le propusieron una escapada. ¿Destino? Marruecos o Grecia. La emoción de Victor se desvaneció al instante: desde 2022, abandonó los viajes en avión, marcado por las investigaciones de Blast . En lugar de rendirse, Victor busca un compromiso: "Mis amigos tenían muchas ganas de ir al extranjero, así que les sugerí alquilar un Airbnb en el sur de Italia".

Mientras sus amigos se reúnen en la pista, elige el tren. Saliendo de Lyon, donde vive su familia, conecta con Milán, Florencia y luego un autobús a Nápoles. Coste total del transporte: 210 euros ida y vuelta. A eso hay que sumarle dos noches en un albergue juvenil, una decisión deliberada para convertir su largo viaje en una parada turística. «A mis amigos no les convencieron mis esfuerzos. Para ellos, simplemente era más caro y más lento. No le veían el sentido», suspira Víctor. Admite que a menudo le toca improvisar un plan B para mantenerse fiel a sus convicciones, sin miedo a arruinar la dinámica del grupo: «No soy de los que arman revuelo, pero a veces su forma de viajar me molesta un poco. Tengo la impresión de que siguen sus deseos sin preocuparse nunca por el impacto ecológico».

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